La primera asociación que se desprende del ajo es el mal olor. En especial en la boca, pero también en el cuerpo queda su hedor impregnado. Producto de la alicina formada por la acción de la enzima alinasa, sobre un aminoácido alina se origina el desagradable aliento posterior. Sin embargo, el ajo contiene componentes altamente beneficiosos.

La alicina, el fitoquímico primario del ajo, además de ser el encargado de llevar el mal olor, trae consigo múltiples beneficios para la salud. Tanto por su potencial antimicrobiano como por su capacidad antioxidante, el ajo se convirtió en un alimento básico en los hogares. Su presencia en la dieta aumenta la inmunidad y reduce la presión arterial y el colesterol.
“El ajo es antiséptico, expectorante y favorece a la buena circulación”, manifestó la licenciada en nutrición María Antonela De Lamo. Pese a sus escasas calorías, el alimento contiene muy alto contenido en vitamina C, vitamina B6 y manganeso.
“Su capacidad antioxidante es importantísima. Conservan las barreras naturales, intervienen en el sistema inmune y cumplen el rol de agentes de defensa contra las infecciones“. El ajo, a su vez, contiene otras sustancias que ahora están en estudio por sus probables efectos anticancerígenos. Entre ellos, los sulfuros de alilo, la quercetina y los compuestos organosulfurados.
Debido a que en un diente de ajo se almacenan en compartimentos separados las enzimas aliina y alliinase, solo después de cortarlo se inicia el proceso químico que da inicio a la alicina. Para maximizar los beneficios del ajo, conviene aplastar o cortar el ajo y dejarlo reposar durante 10 o 15 minutos antes de ingerirlo.
El consumo diario del ajo otorga mayor sensación de vitalidad. Pese a los múltiples beneficios, suele ser un alimento poco tenido en cuenta, que hasta genera rechazo. Diversos estudios revelaron que la cocción puede disminuir en forma abrupta sus capacidades. Uno de ellos, en particular, mostró que sólo 60 segundos de microondas o 45 minutos de horno bloquean parte de su actividad antioxidante. Por eso, los ajos crudos emergen como la solución.
Entonces, ¿cómo incorporarlos a la dieta? “Puede ser como condimento para saborizar carnes, pollos y pescados o salteado con vegetales al wok. Se puede pisar o cortar e incorporar en la masa de pizzas, focacccias o tartas. También está la posibilidad de usarlo para saborizar aceites; se puede untar en bruschetas para condimentar”, recomendó la especialista.