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LUNES, 25 DE JUL DE 2011. 5:41 PM
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En Doloow, en el sur de Somalia devastado por la sequía, los niños lloran de hambre entre el polvo. (Foto: Agencias)

"Le arde el estómago como si estuviese en llamas de tanta hambre, pero no puedo hacer nada", se lamenta Hasan Abdi mirando con tristeza a su nieto. En Doloow, en el sur de Somalia devastado por la sequía, los niños lloran de hambre entre el polvo.

Con una mano Hasan Abdi lleva a su nieto de cinco años y con la otra la comida para los siete miembros de su familia: un saco de cereales, azúcar y una botella de aceite que le ha proporcionado una organización humanitaria.

"Esta comida ayudará, pero no durará mucho tiempo", teme Hasan Abdi.

Y es que el Cuerno de África atraviesa, según las Naciones Unidas, su peor sequía en décadas. En Somalia es, si cabe, aún más grave debido a que el país lleva años sumido en la guerra.

Según la ONU, hasta 350.000 personas sufren hambruna en dos provincias sureñas controladas por los insurgentes islamistas shebab y decenas de miles de personas ya han fallecido durante los últimos meses.

En Doloow, los camellos escuálidos rebuscan entre la maleza algo que comer. La gente espera pacientemente la llegada de ayuda, sentada a la sombra de los árboles.

Muchos de ellos han caminado días hasta esta aldea fronteriza con Etiopía, en la región de Gedo. Aquí, donde la población local está amenazada de hambruna, esperan conseguir una primera ayuda para seguir su camino hasta los campamentos de refugiados etíopes.

Pese a las promesas de donativos de la comunidad internacional, la ayuda llega con dificultades a las regiones controladas por los shebab, sobre todo en el sur y el centro del país.

Algunas ONG siguieron trabajando en ellas durante los dos últimos años pese a las condiciones peligrosas y las restricciones drásticas impuestas por los rebeldes. Pero muchas organizaciones, prohibidas por los insurgentes, como el Programa Mundial de Alimentos (PMA), decidieron irse.

Cerca de allí, a un centenar de kilómetros se encuentra la línea de frente, en continuo movimiento. Pero Doloow es un sector seguro, por hallarse bajo control de las fuerzas progubernamentales en una zona dominada por los shebab.

"Aquí por lo menos los trabajadores humanitarios están en seguridad", estima Abdulrashid Hasan Abdi, el comisario local. "En otras partes, los combates continúan", admite.

Muchos de los que huyeron de los lugares donde la ONU declaró la hambruna, o sea el sur de Bakool y Lower Shabelle, afirman haber sido víctimas de atropellos durante su periplo por las zonas shebab. Algunos cuentan que tuvieron que gastarse el poco dinero, los bienes y reses que les quedaban vivas para pagar el tránsito por la zona.

"Antes tenía muchas cabras, pero ahora no tenemos nada", relata Sayed Hasan, que llegó a Doloow con su familia después de tres días de caminata.

"Somalia puede ser peligrosa, pero estamos aquí para ayudar a gente que se está muriendo", afirma Maurice Kiboye, responsable de los programas del sur y del centro de Somalia de la organización italiana COOPI. La agencia llegó a distribuir ayuda humanitaria incluso en las zonas shebab.

"Las comunidades locales garantizan nuestra seguridad, sin armas", explica Kiboye. "La gente dice a los shebab: 'Sólo nos dan comida, déjenlos trabajar'".

El domingo, la comisaria europea de Ayuda Humanitaria, Kristalina Georgieva, aseguró que "si ellos (los de COOPI) pueden hacer más, encontraremos fondos" pese a que "el tiempo no juega a nuestro favor".