Caracas, 23 Jun. AVN.- La semilla de la independencia se gestó en Pedro Camejo desde su nacimiento, cuando vio la luz en 1790, en un hogar humilde de San Juan de Payara, en Apure. El niño de piel oscura y cabellos ensortijados creció entre la inmensidad de la sabana y los cantos de arreo que los llaneros entonaban para amenizar su jornadas, en tiempos de esclavitud.
De pequeño, Camejo ya destacaba por su carácter fuerte, dominante, indócil ante una vida de esclavitud que, sin embargo, nunca le hizo perder esa actitud jovial, sencilla, de ese niño que cuando hablaba contaba historias llenas de magia que a todos encantaba.
Así era Pedro Camejo, cuenta el historiador Félix Ojeda, entrevistado por la Agencia Venezolana de Noticias a propósito de cumplirse este miércoles 24 de junio 194 años del fallecimiento de este héroe de la independencia, llanero de nacimiento, que cayó muerto en el campo de la Batalla de Carabobo.
El apodo de Negro Primero le vino después, ya siendo hombre, cuando su amo el terrateniente Vicente Alonzo le concedió la libertad luego de años de explotación y lo envió a alistarse en las tropas realistas que defendían a la corona española, y el remoquete le vino por su arrojo al momento de la batalla, por ser el primero en salir con su lanza contra el adversario.
“Alonzo, siendo el amo de Pedro Camejo, le temía por el carácter rebelde e insurgente que él demostraba, y por eso lo envió a servir en las tropas realistas”, detalla Ojeda, quien también compartió anécdotas del luchador de la independencia, cuyos restos simbólicos serán trasladados este miércoles 24 al Panteón Nacional.
Negro Primero estuvo peleando junto a los realistas hasta toparse con el General José Antonio Páez, en 1816, cuando el oficial, conocido entre los llanero como “El taita”, le habló de la patria. “Desde ese momento supo lo que era el amor a la patria y se unió a las filas patrióticas”, cuenta el historiador.
Documentación histórica indica que Negro Primero sostuvo un encuentro con el Libertador Simón Bolívar en el hato Cañafístola, en Apure, en el que penosamente reconoció haber servido en las tropas españolas, decisión que despertó la curiosidad del Libertador, a quien Pedro Camejo le confesó que el motivo de su adhesión a los realistas fue motivada por la posibilidad de llevar uniforme y unas pocas monedas de oro.
“Entonces la respuesta de él fue contundente y dijo que lo había hecho por codicia”, comenta Ojeda, al tiempo que señala que el arrepentimiento del Negro Primero se vio recompensado por una entrega absoluta a la defensa de la patria y su independencia, un sentimiento que le hizo salir victorioso de la Batalla de las Queseras del medio, en abril de 1819, en la que junto a 150 lanceros bajo el mando del general Páez, derrotó a un ejército numeroso.
Fue en esa batalla, comenta el historiador, donde los lanceros se abalanzaron con una estrategia heroica, con una visión táctica, extraordinaria, que le llamaron "vuelvan caras". “Esa batalla dio tanto renombre, tanto reconocimiento al negro primero, que le hizo ser merecedor de la Orden Libertadores de Venezuela”, destacó Ojeda.
Camejo siguió presente en las batallas de independencia, calando en el pueblo y en la memoria de los lanceros como un luchador de gran destreza, como un soñador de la independencia, cuyo valor quedó plasmado para siempre después de la Batalla de Carabobo, en 1821, cuando una bala en la cabeza cegó su vida, más no sus ideales.
Cuando la bala penetra su cuerpo “el negro se sale de las filas del combate y Páez lo ve y le dice 'Negro por qué huyes, regresa a la batalla' y entonces Camejo, cuando ya está cerca le dice: 'Yo no huyo mi general. Vengo a decirle adiós porque estoy muerto'. Es entonces cuando Páez, arremete contra el ejército español y son los Bravos de Apure, con su táctica brillante, que dan el paso determinante en la victoria”, agregó.
En reconocimiento a un noble luchador, el Gobierno venezolano, a través de la Asamblea Nacional, decretó el traslado de los restos simbólicos de Camejo al Panteón Nacional, los cuales hasta ahora permanecían reposando en el Cementerio de Tocuyito, en Carabobo, uno de los lugares más cercanos a los hechos de la última batalla del llanero.