“El Dios del cielo desciende
hasta lo más bajo de nuestra
naturaleza humana para enseñarnos
que el camino para llegar
a las alturas de Dios
es el bajarnos de nuestro “yo” egoísta
y autosuficiente para servir a los hermanos”
Rafael Mielgo

            Un mágico silencio hace más profunda la proverbial paz de La Asunción. Jueves Santo indica que Jesús ha llegado al calvario. Allí aguarda la muerte, voluntariamente aceptada.
            El pueblo recuerda en una renovada combinación de indignación y dolor los momentos en que Cristo es colocado en la cruz. El evangelista Mateo es una excelente fuente para conocer estos instantes: “Los que pasaban frente a Jesús meneaban la cabeza y lo insultaban diciendo: ¡Hola! Tú que derribas el Templo y lo reedificas en tres días, líbrate del suplicio, baja de la cruz si eres el Hijo de Dios. Los jefes de los sacerdotes, los jefes de los judíos y los maestros de la ley lo insultaban diciéndole: Si es el rey de Israel, que baje ahora de la cruz y creeremos en él. Había puesto su confianza en Dios; si Dios lo ama, que lo libere, puesto que él mismo decía: Soy el Hijo de Dios. Hasta los ladrones que estaban crucificados a su lado lo insultaban”:
            “Desde el mediodía hasta las tres de la tarde se cubrió de tinieblas la tierra”.
            En La Asunción hoy se enmudecen las campanas, el alegre sonar de su tañido es sustituido por el tosco y ruidoso de las matracas. En verdad no hay razones para estar alegres y sólo da aliento el saber que Cristo resucitará al tercer día, derrotando a la muerte.
            Es posible que alguien, por excesivo apego a la preceptiva litúrgica, diga que estas conmemoraciones no guardan relación exacta con la cronología de los hechos.
            De todas maneras el programa religioso contempla:
9:00 a.m. Misa Crismal
5:30 p.m. Cena del Señor
Lavatorio de pies
Procesión al Monumento
7:00 p.m. Procesión del Santo Cristo
9:00 p.m. Hora Santa.
Jesús escogió esta cena Pascual para dar a la humanidad el regalo que representa la cumbre su amor a los hombres
Al respecto dice la Escritura: Mientras estaban comiendo, Jesús tomó pan, lo bendijo y lo partió y se lo dio a los discípulos diciendo: “Tomad y comed todos de él, porque esto es mi cuerpo que será entregado por vosotros”.
Lo oímos en la consagración, el momento más solemne de la Santa Misa.
Del mismo modo acabada la cena, tomó el cáliz y dando gracias de nuevo lo pasó a sus discípulos diciendo: “Tomad y bebed todos de él; porque este es el cáliz de mi sangre. Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres, para el perdón de los pecados. Haced esto en conmemoración mía”.
De esa forma Jesús anuncia su partida de este mundo e instituyó la Eucaristía.
Conviene aclarar que la llamada Misa Crismal recibe este nombre en virtud de ser una celebración en la que los obispos consagran aceite y bálsamo para ungir a los que se bautizan o confirman y también a los obispos y sacerdotes cuando se consagran u ordenan.
El ritual del Lavatorio así luce más claro a la comprensión general, pues está contenido en la Sagrada Escritura: “Terminada la cena, Jesús tomó y comenzó a lavar los pies de los apóstoles y a enjuagárselos con el lienzo que se había ceñido”.
            Como ya está visto en el programa respectivo, en la tarde a las 5:30, se oficia una celebración que se conoce como Cena del Señor que da inicio al Triduo Pascual, conmemoración que evoca la última cena que además, como ya hemos expresado, deja instituido el sacrificio eucarístico, también establece el Orden Sacerdotal y el supremo mandamiento del amor.
            Se entorna el himno Gloria a Dios y suenan las campanas por última vez. Ese himno y el tañido del bronce sólo volverán a escucharse en el anuncio de la Resurrección del Señor.
            Bajo el palio y en medio de una notable profusión de incienso, el Santísimo es conducido en procesión hasta el Monumento o Capilla de la Reserva, sitio que ha sido preparado con la sobriedad y austeridad propias del tiempo. Allí habrá de permanecer hasta el mediodía del Viernes Santo.
            Todo el amor de Cristo puede resumirse en la frase: “Este es mi mandamiento. Que os améis como yo os he amado. No hay amor más grande que éste: Dar la vida por los amigos”:
            Era esa su forma de expresar que la medida del amor es amor sin medida.
            El Jueves Santo, en la procesión del Cristo los cargadores cambian radicalmente el paso, ahora lo harán como lo indica el redoblante. El paso será largo y marcial. El recorrido que el Nazareno hace en cinco horas, se cumplirá en una hora durante la procesión del Santísimo Cristo.

            Con el Cristo saldrán también en procesión San Juan Evangelista, la Verónica y la Dolorosa.