Entender nuestro
momento de paso por este mundo, pasa por mirar con cuidado la temporalidad y el
espacio que nos corresponde. ¿Qué significan 18 años para la vida de una República?
Un abrir y cerrar de ojos para un ser humano, seguramente. Ver más allá de la
complicada realidad que nos envuelve cotidianamente a todos es una tarea
difícil.
Es
como la metáfora de una casa que tuvo un momento crítico donde poco se tenía
para comer durante la tarde, tiempo en el cual solo unos pocos lo podían hacer; llegó la noche y un tío perdido apareció y trajo recursos en
abundancia, entonces como no se sabía bien qué hacer con tanto, empezó una
fiesta sin control y de excesos, al terminar la fiesta ese tío se fue, y sólo
quedaron sobras y despilfarro. En la mañana siguiente, nosotros despertamos. Nos quedó a nosotros arreglar la casa y
subsistir con las sobras de aquella fiesta donde todos participaron, donde
todos comieron pero nadie pensó en el día siguiente, como en una suerte de
diciembre venezolano, donde casi nadie piensa en enero y se gasta todo el
aguinaldo en pernil, hallacas, licor y regalos. Les tocó a los que se
despertaron en la mañana, arreglar los excesos de aquella fiesta.
Sin
embargo, ¿qué significó temporalmente en la realidad esa fiesta? Dejemos las
metáforas a un lado, expliquemos un poco: el momento crítico fue el ocurrido
desde 1983 hasta 1999, “unos pocos” fueron
las élites captaban los inmensos ingresos por concepto de la renta petrolera
desigualmente distribuida. La fiesta fue el período del 2004 al 2013, un país
con un barril de petróleo por encima de los 100$ en promedio. La mañana
siguiente es el hoy, un país con una crisis económica, impulsada principalmente
por la caída de los precios de ese petróleo que dio para comprar y despilfarrar
en exceso durante la fiesta. Y “nosotros”
somos la generación nacida en los 90, que despertó cronológicamente, llegando a
la mayoría de edad luego del año 2012.
Al
día de hoy, todos los venezolanos sufrimos día a día una crisis del rentismo
petrolero, cuestión que hace que todos los procesos de la vida social del país
se deterioren aceleradamente, con elementos como la inflación, la escasez de
alimentos y medicinas, la violencia delincuencial, sin hablar de la política,
la corrupción, entre otros, como un monstruo que se traga todo poco a poco,
dejando a su paso angustia y preocupación. A pesar de ello, es necesario
entender las causas estructurales de las consecuencias de ese monstruo que
menciono, cuestión que no es mi intención en el presente artículo, pero que
vale la pena recordar siempre.
Revisemos
un poco qué ocurrió durante esa fiesta, ¿será que todo fue despilfarro y
exceso? Solo cuatro datos para entender grosso modo las razones de apoyo de
millones de venezolanos al proceso iniciado por ese tío perdido de la fiesta:
·
Más de 18 millones de venezolanos salieron de
la pobreza, de los cuales un poco más de 13 millones vivían bajo pobreza
extrema. Esto debido a que desde 1989 hasta 1999, la pobreza general en
promedio se calculaba en 74%, mientras que la pobreza extrema llegaba en promedio
a los umbrales del 43%. Al término de la fiesta, la pobreza general se ubicó en
14% y la pobreza extrema en 4,3%, según cifras del Instituto Nacional de
Estadística
·
¿Cómo
se logró esto? La riqueza nacional se distribuyó más equitativamente, la
distribución de la renta petrolera es para algunos, uno de los logros más
importantes de la Revolución Bolivariana, esto se traduce en la creación de
misiones o programas sociales que hicieron posible un montón de conquistas
sociales jamás pensadas, como pasar a ser el país menos desigual de la región,
tener un índice de desarrollo humano alto, según el Coeficiente de Gini y haber
cumplido con las Metas del Milenio de la ONU.
·
Este tío
perdido, hizo que los venezolanos descubriéramos que en nuestro territorio
existían las mayores reservas de petróleo del mundo, en un pedazo de tierra
llamado “Faja Petrolífera del Orinoco”, y que no era como decían los eruditos y
correctos señores de las empresas trasnacionales que afirmaban que era una
“Faja Bituminosa”, donde sólo existía un mineral cotizado a un precio similar
al del carbón. Una gran mentira histórica.
·
Producto de la distribución de la renta
petrolera, cuestión que por cierto no hubiera sido posible si se hubiera
privatizado PDVSA, como se pretendía en los 90, se alcanzó algo que en
perspectiva histórica llega a ser conmovedor: pasamos a ser un territorio libre
de analfabetismo, con una labor muy hermosa basada en enseñar a leer y escribir
a miles de venezolanos que se encontraban a oscuras por falta de oportunidades
en los años dorados y preciosos del bipartidismo adeco-copeyano.
Y
así, podríamos dedicar varias hojas hablando de lo logrado en aquella fiesta,
sin embargo, no es mi intención. La intención es recordarnos las profundas
razones por las cuales nosotros defendemos este proyecto bolivariano, nacional
y popular, para que nunca se nos olvide y no dejemos de darle la importancia
necesaria a la temporalidad y la moral, esa que nos permite vernos más allá del
difícil momento que vivimos, que todos padecemos y que debemos entender para
superar.
Esto
es una guerra, una guerra por nuestras mentes y corazones –como dijo un célebre
Secretario de Defensa estadounidense llamado Robert McNamara-, hay que
remoralizar a nuestras tropas, especialmente a los que despertaron en la mañana
después de esa fiesta y hoy se encuentran molestos y tristes porque solo ven el
lado del exceso y el despilfarro del pasado, cuestión que puede ser entendida
como la deuda de no haber creado un poderoso aparato productivo que nos
permitiera soportar esta crisis. Hay que darle respuesta a nuestras
aspiraciones generacionales y de clase, pues la mayoría de esta generación, no
mira esto con perspectiva temporal, al contrario, vive el hoy, siente el hoy y
se frustra por no encontrar respuestas a muchas de sus necesidades colectivas e
individuales, esto es entendible, no se puede negar la validez de esto, ni
hacernos la vista gorda, pues el país que viene será el país dirigido por esta
generación.
Insisto en que lo más importante en una guerra
es la moral de un ejército, sin ella, se daría por perdida la batalla, así se
tengan las mejores armas, la mejor artillería y superioridad
táctica-organizativa. Esta es una lucha por las causas justas de la humanidad,
yo personalmente rechazo la violencia venga de donde venga, así como la represión
sin ninguna razón, venga de donde venga.
El
día de hoy tenemos una batalla democrática que ganar, unas elecciones que son
más trascendentales que cualquier elección de cargo de representación popular,
sea de alcaldes, gobernadores o del mismísimo Presidente. Esta batalla es por una
Constituyente, la cual es una jugada maestra en el tablero de ajedrez político
que ha puesto en una disputa interna a la dirigencia opositora del país. Esta
tenemos que conquistarla con el voto universal, directo y secreto de la mayoría
para garantizar la paz del país, haciendo un gran diálogo nacional que produzca
un modelo de país en el que todos y todas quepamos, un modelo de país acorde a
nuestras aspiraciones generacionales y que esté acorde a las nuevas formas de
organización política nacidas en el seno de los tomados en cuenta durante
aquella fiesta por el tío perdido,
aquellos que fueron ignorados y excluidos por muchos años. He allí el porqué de
una Constituyente y no una Reforma o Enmienda Constitucional propuesta
unilateralmente por sólo un sector del país y sometida a votación.
Sin
embargo, primero lo primero, para organizar nuestra maquinaria hay que resistir
y mantener la unidad moral de los nuestros, recordarnos nuestro origen y el
espíritu de ese tío perdido, que no
es más que Hugo Chávez cuya Constituyente lleva su sello, pues el adversario
está jugando a nuestro quebrantamiento y muerte moral. La batalla que se avecina se trata del todo o
nada, el país no necesita de violencia, el país necesita de diálogo, trabajo y
esperanza. Nosotros, la generación nacida esta mañana, arreglaremos este país y
comenzaremos una nueva fiesta.
, Nick Oneto
Estudios Políticos y Administrativos.
Universidad Central de Venezuela, Caracas.